La emoción como estrategia en la industria de reuniones
PUNTO DE ENCUENTRO - Eduardo Chaillo Ortiz

En un mundo donde las estrategias suelen medirse en cifras, métricas y algoritmos, la emoción se ha convertido en la más poderosa de todas. Vivimos inmersos en un bombardeo de noticias que alimentan la ansiedad colectiva, en una guerra de percepciones en redes sociales, y en una realidad donde la velocidad tecnológica muchas veces supera nuestra capacidad de asimilarla.
En ese ruido constante, los eventos y reuniones representan algo más que encuentros profesionales: son espacios de humanidad compartida. Y para preservarlos como tales, la inteligencia emocional ha pasado de ser una virtud personal a una competencia esencial para destinos, líderes y organizadores.
TECNOLOGÍA, PRESIÓN Y LA BÚSQUEDA DE SENTIDO
La industria de reuniones vive entre la urgencia de llenar hoteles, vuelos y restaurantes, y la presión de mostrar resultados inmediatos en un entorno hipercompetitivo. Las herramientas digitales, los sistemas de inteligencia artificial y la automatización prometen eficiencia, pero también han traído un riesgo: el de reducir las experiencias humanas a transacciones. Por eso, los eventos más memorables no se definen por la perfección técnica, sino por la autenticidad emocional de quienes los hacen posibles.
Detrás de cada itinerario, cada presentación o cada encuentro, hay seres humanos intentando conectar. En un entorno global donde la incertidumbre se ha vuelto permanente -desde crisis sanitarias o climáticas hasta ciberataques, problemas de seguridad o percepciones negativas amplificadas por los medios-, la inteligencia emocional se consolida como el verdadero escudo de la hospitalidad.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL FRENTE A LA CRISIS
Los destinos turísticos y los organizadores de eventos enfrentan crisis de todo tipo: naturales, operativas, reputacionales. Pero las crisis más complejas no siempre se resuelven con comunicados de prensa o protocolos; se resuelven con empatía y sensibilidad. La forma en que un destino comunica durante una emergencia, la manera en que escucha a sus visitantes o la calma con la que un equipo actúa bajo presión son decisiones profundamente emocionales.
La inteligencia emocional permite que la comunicación sea transparente sin ser fría, y que las acciones sean rápidas sin perder humanidad. Esa combinación -claridad con compasión- es la que genera confianza, el activo más valioso en tiempos de duda. Porque al final, lo que la gente recuerda no es cómo se resolvió el problema, sino cómo se les hizo sentir durante la tormenta.
EL ORGANIZADOR: LIDERAZGO EN ESTADO DE PRESIÓN
El oficio de organizar eventos es, paradójicamente, una de las profesiones más orientadas al bienestar… y también una de las más estresantes del mundo. Pocas carreras demandan tanto control y, al mismo tiempo, tanta capacidad de adaptación. Cada evento es un ejercicio de diplomacia, de improvisación emocional y de liderazgo silencioso.
Un profesional emocionalmente inteligente no solo gestiona tiempos y proveedores: gestiona estados de ánimo colectivos. Sabe mantener la calma ante la crisis, proteger la moral del equipo, interpretar silencios y reconocer cuándo un gesto empático vale más que una instrucción. Esa serenidad, esa madurez emocional, es lo que distingue a los grandes líderes de la industria.
HOSPITALIDAD Y EMPATÍA: RECONSTRUIR EL DIÁLOGO
En tiempos de polarización, la hospitalidad cobra un sentido más profundo. Los eventos son uno de los pocos espacios donde aún es posible sentar a dialogar a quienes piensan distinto. Cuando se diseñan con sensibilidad, se convierten en puentes entre generaciones, ideologías y culturas. Una moderación empática, una agenda abierta a la escucha y una atmósfera de respeto pueden hacer más por el entendimiento social que muchas campañas institucionales.
En este sentido, la hospitalidad no es un protocolo; es una forma de inteligencia social aplicada. Implica crear lugares donde las personas se sientan seguras, reconocidas y escuchadas. Donde el café compartido, la conversación casual o la sonrisa sincera sean tan importantes como los temas del programa.
FLEXIBILIDAD Y BIENESTAR: SEÑALES DE MADUREZ EMOCIONAL
El diseño contemporáneo de eventos ha comenzado a incorporar algo que antes parecía impensable: flexibilidad. Permitir que los asistentes decidan qué sesiones seguir, cuándo hacer pausas o cómo aprovechar su tiempo no debilita la estructura; humaniza la experiencia. Esa autonomía, unida a espacios de bienestar y desconexión, refleja una nueva comprensión del equilibrio entre productividad y cuidado.
En el fondo, ofrecer hospitalidad emocional es ofrecer libertad. Es entender que los eventos no son una coreografía rígida, sino un ecosistema vivo donde cada participante tiene su propio ritmo emocional.
LA EMOCIÓN COMO LEGADO
La verdadera hospitalidad no vive en los hoteles, ni en los centros de convenciones, ni en los manuales de protocolo: vive en las personas. La inteligencia emocional no reemplaza la estrategia, la redefine. Es la fuerza que convierte los encuentros en experiencias transformadoras, las crisis en aprendizajes y las transacciones en vínculos.
En una industria que ha aprendido a vender con métricas, quizá sea momento de volver a convencer con emociones. Porque cuando la empatía se convierte en política de trabajo, los eventos trascienden su función comercial para convertirse en un reflejo del mundo que todos quisiéramos habitar: uno donde el respeto, la calma y la sensibilidad sean, de nuevo, la estrategia más poderosa.