Opinión

El poder invisible de los destinos: capital intelectual y legado en la industria de reuniones

Por: Eduardo Chaillo, CMP, CMM, CASE, DES, CITP

En un mundo donde la competencia entre países y ciudades por atraer grandes congresos y convenciones se intensifica, ya no basta con tener buena infraestructura, conectividad aérea o atractivos turísticos. El verdadero diferenciador está en algo menos tangible, pero mucho más poderoso: el capital intelectual de un destino.

El valor del capital intelectual

El capital intelectual lo conforman los liderazgos económicos, académicos, científicos, sociales y culturales
que definen la identidad de una comunidad. Son las universidades, los centros de investigación, las
empresas innovadoras, los emprendedores sociales, los hospitales de referencia, los artistas y los
pensadores que marcan tendencia. Este talento colectivo no solo impulsa la economía local, sino que
constituye la base de credibilidad que un destino ofrece al mundo.

Cuando una asociación internacional de médicos decide dónde celebrar su congreso, busca más que un
centro de convenciones; evalúa si la ciudad cuenta con especialistas, laboratorios y hospitales capaces de
aportar al contenido. Cuando una organización tecnológica elige sede, se fija en los polos de innovación,
los clústers industriales y las startups que enriquecen el diálogo. En este sentido, el capital intelectual es
la carta de presentación más convincente que un destino puede mostrar.

Cómo atraer eventos a través del conocimiento

La clave está en articular estratégicamente este capital. No es casualidad que destinos como Washington
DC, Copenhague o Singapur destaquen en el mercado de reuniones: han sabido tender puentes entre sus
comunidades locales de expertos y las asociaciones globales que organizan eventos.

En América Latina también hay ejemplos inspiradores. Medellín, con su ecosistema de innovación, ha
captado congresos de ciencia y tecnología; Santiago de Chile, gracias a su investigación en energías
renovables y minería responsable, atrae foros sobre sostenibilidad; Querétaro aprovecha su liderazgo en
la industria aeroespacial para traer encuentros de alta tecnología; Costa Rica, reconocida en ciencias
ambientales, hospeda congresos de biodiversidad; y Buenos Aires, con su comunidad médica, ha
asegurado congresos mundiales de salud. Todos muestran que el conocimiento local puede ser el
argumento más poderoso para convencer a un comité internacional.

Influir en contenidos y preparar un legado

La relación entre capital intelectual e industria de reuniones no se limita a atraer congresos: también
permite influir en los contenidos y preparar intencionalmente un legado. Cuando líderes locales participan en la definición de temas, paneles o talleres, el congreso deja de ser un evento pasajero y se convierte en una plataforma de transferencia de conocimiento hacia la comunidad receptora.

Ese legado puede adoptar múltiples formas: nuevas publicaciones científicas, vínculos académicos
duraderos, inversión extranjera, proyectos de innovación social o inspiración para las futuras generaciones de profesionales. Al planear el evento con una visión de legado, el destino multiplica los beneficios más allá de los días de reunión.

Reputación: el activo invisible

Atraer y albergar grandes reuniones internacionales no solo impacta en la economía inmediata (hoteles,
restaurantes, transporte). También construye un activo intangible y de largo plazo: la reputación. Cada
congreso exitoso es un testimonio de que el destino es confiable, seguro y competitivo en el plano global.

La reputación, además, actúa como un círculo virtuoso. Un país que demuestra capacidad intelectual y
organizativa se posiciona como interlocutor de peso en los debates globales, lo que a su vez atrae nuevas
oportunidades de inversión, turismo y colaboración internacional.

Un llamado a la acción

Los gobiernos, los burós de convenciones y las instituciones académicas deben entender que la industria
de reuniones no es solo turismo, sino un fenómeno social, académico y económico que requiere la
participación de todos los actores del ecosistema. Apostar por el capital intelectual no es accesorio: es la
estrategia más sostenible y diferenciadora para proyectar un país o una ciudad en el escenario mundial.

En definitiva, los eventos no se ganan solo con metros cuadrados de exhibición o con playas
espectaculares; se ganan con ideas, con conocimiento, con credibilidad. El futuro de la industria de
reuniones estará en las comunidades que logren convertir su talento en el mejor argumento de venta, y en la herramienta más poderosa para dejar huella.

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