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Entre dioses y jaguares, la mitología prehispánica de México

La mitología prehispánica de México, particularmente la maya y la mexica, forma parte de una rica tradición oral y escrita que aún hoy influye en comunidades y estudiosos. Los códices, estelas, cerámica y el Popol Vuh —considerado la “Biblia maya”— recogen relatos de creación, héroes y dioses relacionados con la naturaleza y la astronomía.

En el Popol Vuh se relata cómo los héroes gemelos Hunahpú e Ixbalanqué descienden al inframundo Xibalbá y triunfan sobre los señores de la muerte. También se narran los tres intentos divinos por crear al hombre —primero de barro, luego de madera y finalmente de maíz—, donde las primeras probaturas fracasan ante las lluvias persistentes y la falta de alma.

Tres deidades destacan como arquitectos del cosmos maya: Kukulkán, la serpiente emplumada asociada a fertilidad, viento y fuego; Huracán, señor de las tormentas; e Itzamná, dios del cielo y la sabiduría. Ellos modelaron la primera humanidad y el entorno natural, estableciendo las reglas del equilibrio cósmico.

Un hilo común en Mesoamérica es el mito del dios del maíz: nace como semilla, huevo o excremento, recibe un rito iniciático —a veces representado como jaguar— y eventualmente resurge maduro. En la cultura maya, el “bebé jaguar” sacrificado en montañas brumosas simboliza la semilla que debe morir para germinar y renacer.

En la cosmovisión mexica, el dios central era Huitzilopochtli, patrón del sol y la guerra. Nació de la diosa Coatlicue, y tras su nacimiento mató a sus hermanos y a su hermana Coyolxauhqui para establecer su reinado. Este mito representa la victoria del sol sobre la luna, y su culto garantizaba el equilibrio del universo mediante el sacrificio humano.

Los mexicas concibieron un universo dividido en trece cielos y nueve inframundos. El cielo supremo estaba habitado por Ometecuhtli y Omecíhuatl; la tierra surgió del cuerpo desmembrado de la deidad Tlaltecuhtli, y el inframundo, conocido como Mictlán, era el reino de los muertos gobernado por Mictlantecuhtli, donde las almas transitaban después de una muerte natural.

Tanto la mitología maya como la mexica comparten la idea del maíz como eje de la vida. En territorios mayas, el mito del “bebé jaguar” ejemplifica el ciclo muerte-renacimiento del grano. En el centro mexica, el sacrificio de corazones era un acto sagrado para nutrir al sol, símbolo de renacimiento y continuidad del tiempo.

Estas mitologías no son solo leyendas antiguas, sino guías para comprender la relación del ser humano con la naturaleza, el cosmos y lo divino. En la actualidad, siguen presentes en rituales, festividades, estudios académicos y expresiones artísticas, formando un legado vivo que conecta el pasado con la identidad contemporánea de México.

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