El Callejón del Infiernillo en Xalapa: una leyenda que te pondrá los pelos de punta
El Callejón del Infiernillo, situado entre las calles José María Alfaro y Francisco I. Madero, en el Centro de Xalapa, es un lugar envuelto en misterio y leyendas que atrae tanto a locales como a turistas. La historia del callejón está marcada por un evento particularmente inquietante que ha alimentado su reputación enigmática.
Según la leyenda, hace muchos años, dos amigos llamados José y Pedro vivían cerca del Callejón del Infiernillo. Una noche, José decidió atravesar el callejón rápidamente para llegar a su destino. Sin embargo, algo extraño y perturbador se percibía en el aire esa noche. A pesar de sus esfuerzos por apresurarse, José no pudo encontrar la salida del callejón.
En su desesperación, José encontró una figura enigmática en el callejón, una presencia tan aterradora que él no pudo soportar su mirada. Al preguntarle a esta entidad quién era, la respuesta fue escalofriante: “Soy el diablo”.
Aterrorizado por la revelación y por la atmósfera que se volvía cada vez más inquietante, José intentó escapar corriendo, pero no sin sentir la presencia ominosa que lo perseguía. Desde aquel día, se dice que cada vez que cae la oscuridad, el Callejón del Infiernillo se llena de una tenebrosidad peculiar. La risa macabra del supuesto diablo es una parte integral de la leyenda, y la presencia del ser enigmático sigue siendo un tema de conversación y especulación entre los habitantes.
El Callejón del Infiernillo se ha convertido en un lugar icónico en Xalapa. La leyenda del diablo y las historias de fenómenos paranormales han atraído a miles de visitantes, que buscan experimentar la atmósfera misteriosa del lugar. A pesar de que muchos aseguran haber visto cosas extrañas, estos relatos contribuyen a la fama del callejón y a su popularidad entre los turistas.
Los lugareños y visitantes continúan compartiendo historias y leyendas, manteniendo viva la reputación del Callejón del Infiernillo como un lugar cargado de misterio y fascinación.
