Joe Biden asistirá a la toma de posesión de Donald Trump
A pesar de las tensiones y diferencias entre el presidente saliente, Joe Biden, y el presidente electo, Donald Trump, la Casa Blanca ha confirmado que Biden asistirá a la toma de posesión de Trump en enero de 2025. El subsecretario de prensa de la Casa Blanca, Andrew Bates, aseguró que Biden y la primera dama, Jill Biden, cumplirán la promesa hecha en su campaña de asistir a la investidura de quien resultara vencedor en las elecciones, sin importar la naturaleza de la transición.
Este anuncio se da en un contexto de intensas polémicas judiciales para Trump, quien, tras su victoria en las elecciones del 5 de noviembre, sigue enfrentando varios procesos legales, incluyendo los casos relacionados con el asalto al Capitolio y la posesión de documentos clasificados. No obstante, el fiscal especial Jack Smith decidió recientemente desestimar estos casos, acercando al futuro presidente a salir indemne de los cargos que podrían haber empañado su regreso a la Casa Blanca.
En relación con la condena por la falsificación de registros comerciales en el caso de los pagos a la actriz porno Stormy Daniels, un juez de Nueva York pospuso sin fecha la sentencia, lo que podría permitir que el juicio se retrase hasta después del inicio de su nuevo mandato. Trump, quien ya había sido el primer expresidente de EE. UU. hallado culpable en un juicio penal, se ha mantenido firme en su postura de que los casos en su contra deberían ser desestimados, y sus apariciones en los tribunales han sido en muchas ocasiones utilizadas como plataformas para fortalecer su imagen política y de campaña.
El presidente Biden, que también enfrentó su propia investidura sin la presencia de Trump en 2021, parece decidido a seguir el protocolo y asistir al evento de enero, demostrando el compromiso con las tradiciones democráticas a pesar de las fracturas políticas. Este gesto podría interpretarse como un esfuerzo por restaurar cierta estabilidad y normalidad en la política estadounidense, en un momento en que las relaciones entre los dos líderes, y entre los partidos en general, permanecen profundamente polarizadas.