La Guerra de los Pasteles, un conflicto que desató una invasión francesa a México en el siglo XIX, tiene sus raíces en una serie de disputas comerciales y políticas. Sin embargo, la elección de Veracruz como el punto de partida de las hostilidades no fue arbitraria, sino que respondió a una serie de factores estratégicos y geográficos.
En primer lugar, Veracruz era el principal puerto de México en aquella época. Su ubicación en el Golfo de México lo convertía en la puerta de entrada al país para el comercio internacional. Al atacar Veracruz, los franceses buscaban no solo bloquear el comercio mexicano, sino también ejercer una presión directa sobre el gobierno central. Además, la ciudad contaba con importantes fortificaciones, lo que la convertía en un objetivo militar de gran relevancia.
Por otro lado, la geografía de Veracruz facilitó el desembarco de las tropas francesas. Las costas bajas y arenosas de la zona, así como la presencia de la isla de Sacrificios, ofrecían condiciones favorables para las operaciones anfibias. Asimismo, la cercanía de Veracruz a la Ciudad de México, la capital del país, la convertía en una amenaza constante para el gobierno mexicano.
Finalmente, la elección de Veracruz como punto de conflicto también se debió a razones simbólicas. Al atacar el puerto más importante de México, los franceses buscaban humillar al gobierno mexicano y demostrar su superioridad militar. Veracruz se convirtió así en el escenario de una confrontación que trascendió las disputas comerciales iniciales, convirtiéndose en un conflicto de gran envergadura con implicaciones políticas y estratégicas para ambas naciones.