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Video: La Leyenda de los voladores de Papantla llevados hasta Netflix

Como parte de su campaña publicitaria sobre la serie live action de Avatar: la leyenda de Aang, la plataforma de streaming Netflix Latinoamérica, utilizó en un reciente comercial para llegar a los mexicanos, a los emblemáticos Voladores de Papantla, para hacer alusión a los “maestros aire” de la serie que tiene como trama principal los 4 elementos y que mejor manera de representar el aire que con los voladores veracruzanos.

Incluso también han destacado personalidades y tradiciones importantes de México en sus spots publicitarios a lo largo de los años, mostrando que nadie hace mejores comerciales que Netflix para llegar al publico especifico de cada país.

El live action de la querida caricatura de Nickelodeon que se convirtió en fenómeno mundial ya comienza a recibir a sus primeros televidentes. El estreno el 22 de febrero y este 6 de marzo fue renovada para otras dos temporadas.

Si aún tienes dudas de si deberías darle una oportunidad a esta novedosa serie o no, quizá te convenzan estos datos extra acerca de la producción.

Uno de los desafíos más grandes fue el diseño de arteLa producción se inspiró de distintas culturas para lograr crear el folklor ficticio del universo de Avatar. De esta forma, la región del aire tiene una clara referencia en el budismo del Tíbet; la ciudad capital de la tribu del agua está inspirada en las poblaciones Inuit del Ártico; la arquitectura de la región del fuego es parecida a la del sudeste asiático y, por último, el reino de la tierra tuvo como referencia a la Petra de Jordania.

La leyenda de los voladores de Papantla

Todos los hemos visto alguna vez. Todos nos hemos sorprendido al ver cómo, desde lo alto de un poste, solo sujetos de los pies, comienzan a descender rítmicamente. Pero, ¿por que lo hacen?

Hace muchos años, un grupo de viejos sabios encomendó a unos jóvenes castos localizar y cortar el árbol más alto, recio y recto del monte, para utilizarlo en un ritual…

Dentro del inmenso misticismo que envuelve a las tradiciones de México, las danzas son quizás una de las demostraciones que más admiración causan, debido a gran parte al misterio, la belleza, la indumentaria y el colorido que las enmarca.

Desgraciadamente, conforme pasa el tiempo, las costumbres tienen a desaparecer paulatinamente, y aunque existen grupos étnicos que se niegan a sucumbir ante la “modernidad”, los principios fundamentales de sus ritos ancestrales han sufrido modificaciones que ponen en peligro su práctica futura.

En tal caso se encuentra la Danza de los Voladores, ovacionada por muchos pero comprendida por pocos, y en ocasiones considerada como un simple juego o muestra de valor, debido al desconocimiento de su origen y significado.

Para conocer un poco más acerca de los intrépidos Hombres-Pájaro es necesario visitar la ciudad de Papantla en el estado de Veracruz –cuna de los voladores-, donde un exquisito olor a vainilla brinda la bienvenida a los visitantes.

Al recorrer las calles, la plaza, la iglesia, pareciera que los voladores fueran personajes comunes, ya que se les puede apreciar plasmados en un impresionante mural de piedra, en los preciosos azulejos de una banca o en pequeñas artesanías.

Sin embargo, el gran monumento (18 m) erigido en la cima del cerro del Campanario demuestra la gran importancia que tienen los voladores para los habitantes de esta región, quienes con gran orgullo y respecto comentan las leyendas, tradiciones y supersticiones en torno a esta ceremonia.

Los orígenes de los voladores de Papantla

Los orígenes de la ceremonia de los voladores se remonta a la época prehispánica. Aunque no se tiene una fecha exacta, se sabe que a la llegada de los conquistadores, sus principales cronistas consideraron esta danza como un “juego”, quizá porque originalmente el atuendo empleado consistía en trajes confeccionados con auténticas plumas de aves que representaban águilas, búhos, cuervos, guacamayas, quetzales, calandrias, etcétera.

Si bien los antecedentes de la danza no están plenamente identificados, existe una leyenda que describe el posible motivo de la ceremonia:

“Hace muchos años, una fuerte sequía en la zona del señoría de Totonacapan [que comprende los límites de los actuales estado de Veracruz y Puebla] causó estragos entre los pueblos de la región y diezmó gran parte sus habitantes.

Un grupo de viejos sabios encomendó a unos jóvenes castos localizar y contar el árbol más alto, recio y recto del monte, para utilizarlos en un ritual complementado con música y danza, con el fin de solicitar a los dioses su benevolencia para que les concediera lluvias generosas que devolvieran su fertilidad a la tierra.

Este culto debía realizarse en la parte superior del tronco, para que las oraciones expresadas con fervor fueran escuchadas en las alturas por sus protectores.”

Al parecer, el buen resultado que dio esa celebración fue acogido como un tributo que debería realizarse periódicamente, convirtiéndose en una práctica permanente, que en un principio se llevaba a cabo al inicio de la primavera, para esperar una buena fertilidad. Actualmente, las fechas varían según la región.

El comienzo del ritual de los voladores de Papantla

Contrariamente a lo que se piensa, la ceremonia de los voladores no inicia cuando estos se arrojan al vacío. Hasta hace algunos años, el ritual comenzaba con la selección del “palo volador” por parte del caporal (máxima autoridad del grupo).

Este se internaba en el monte en busca de un buen árbol; al ser localizado, se danzaba en torno, inclinando el cuerpo en forma de reverencia y en armonía con un son conocido como “del perdón” y se señalaba hacia los cuatro puntos cardinales con bocanadas de aguardiente.

Antes de iniciar el derribe del árbol, se limpiaba el camino de la posible caída para evitar dañar la estructura; posteriormente se procedía al corte: cuando el palo se encontraba ya en el suelo se le quitaban las ramas y follaje hasta dejarlo “pelón”.

El siguiente paso consistía en transportar el poste desde el monte hasta el centro de la población, empleando pequeños troncos a manera de rodillos, por donde se deslizaba y era jalado por los hombres.

Quedaba prohibido pasar por encima del tronco o que mujer alguna lo tocara, ya que podría ser una augurio de mala suerte para los voladores.

Al llegar al lugar donde se incrustaría el mástil de madera, se tejía a su alrededor una escalera de liana o soga que permitiera llegar a la punta. Antes de parar el poste en el pozo, se realizaba un ritual consistente en la “siembra” –colocación– de un gallo o siete pollitos vivos, los cuales eran rociados con aguardiente, además de tabaco y tamales, que en conjunto servían de ofrenda para que el poste no reclamara la vida de los danzantes.

El “palo volador” se compone de los siguientes elementos:

  • mástil, el cual se encuentra incrustado al suelo, en cuyo extremo superior soporta al tecomate (manzana o mortero),
  • tecomate, aparato giratorio y principal punto apoyo y equilibrio de los danzantes;
  • cuadro o bastidor, en donde se apoyan los voladores que se lanzarán al vacío, sujetos únicamente por los “cables” de lazo amarrado y enrollados a los trinquetes del mástil.

Actualmente se ha generalizado al empleo de postes de acero con pequeños peldaños metálicos, conservándose únicamente de madera el bastidor y el tecomate.

La altura varía de un palo a otro: el que se encuentra en la explanada de la iglesia de Papantla mide aproximadamente 37 m; el localizado en Tajín tiene casi 27; y el del Museo Nacional de Antropología en la CDMX alcanza los 25 metros.

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