
Con 64 años de edad, don Jesús Vergara Quiroz se erige como el último exponente del antiguo arte de vender gelatina tradicional en vitrina en Veracruz. Durante 43 años, ha llevado consigo la esencia de este oficio por las calles emblemáticas del centro histórico de la ciudad, como la avenida Independencia, la calle Zamora, el zócalo y el malecón, ofreciendo deliciosas gelatinas de jerez, fresa y durazno.
A pesar de que en tiempos pasados varios vendedores compartían las calles con él, el inexorable paso del tiempo y las circunstancias llevaron a que hoy sea el único superviviente de esta tradición. Explica que muchos colegas abandonaron el negocio debido a la avanzada edad o enfermedades.
El inicio de Jesús en el mundo de la gelatina tradicional no fue casualidad. A sus actuales 64 años, revela que eligió este oficio con el deseo de ser su propio jefe y, al mismo tiempo, lograr sacar adelante a su familia, costeando la educación universitaria de sus tres hijas.
Aunque la venta de gelatinas ha experimentado cambios a lo largo del tiempo, este oficio sigue siendo la fuente de sustento para Jesús y su esposa. Aunque ya no es tan próspero como antes, le permite mantener a su familia y, de vez en cuando, darse algún gusto especial los fines de semana o en ocasiones especiales.
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“Es un trabajo libre, no tengo quien me mande. A veces vendo más, a veces menos; es como cualquier negocio. Salgo de casa a las 7:30 de la mañana, mientras mi esposa se encarga de preparar las gelatinas y asegurarse de que el refrigerador esté listo para la jornada”.
Originario de Altotonga, Jesús llegó a Veracruz por invitación de amigos de Xalapa que le propusieron vender gelatinas en el puerto. En aquella época, existía una fábrica que surtía a todos los vendedores, y las gelatinas eran populares tanto en el centro de Veracruz como en los pueblos cercanos. Sin embargo, con el tiempo, los veteranos dejaron el negocio y Jesús se convirtió en el último representante de este oficio.
Jesús considera la venta de gelatinas como un trabajo formal con una jornada de ocho horas dividida en dos turnos: de 8 de la mañana a 12 del día y de 5 de la tarde a 9 de la noche. Aunque reconoce que ya no es tan lucrativo como antes, sigue siendo una fuente de ingresos que le permite vivir cómodamente y ayudar a su familia.
Actualmente, su esposa es la encargada de preparar las gelatinas utilizando una receta casera que proviene de los primeros vendedores de Xalapa. A diferencia de las gelatinas comerciales, las suyas son elaboradas con ingredientes naturales y solo conservan su frescura durante dos o tres días refrigeradas.
Jesús ve su oficio no solo como una forma de subsistencia, sino también como una tradición que teme se perderá cuando él deje de vender, ya que a pocos les interesa continuar con esta antigua costumbre.
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